Dice que el Estado es en esencia coerción, dictadura, dominación: reafirma los elementos aportados por el desarrollo de la teoría marxista hasta ese momento y da un paso más en la comprensión de la cuestión al introducir el elemento del consenso, de la dirección, de la hegemonía, que completa la forma de supremacía de las clases dominantes en los capitalismos desarrollados.
"La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como «dominio» y como «dirección intelectual y moral»" dirá Gramsci en su análisis carcelario sobre el Risorgimiento italiano, estableciendo un "criterio metodológico" para el estudio de la hegemonía de la clase dominante.
La supremacía de una clase aparece como un momento sintético que unifica la hegemonía y la dominación, el consenso y la coerción, la dirección y la dictadura en el Estado. Ahora bien, estos dos momentos, estas dos funciones, existen en cualquier forma de Estado, pero el hecho de que prime uno u otro depende tanto de las características estructurales de cada sociedad, como de la correlación de fuerzas entre las clases sociales fundamentales, que se expresa en los niveles económico, político, ideológico y militar.
La percepción del aspecto represivo del Estado como el principal de la dominación de clase corresponde, en gran medida, a la naturaleza real de los Estados a los que se enfrentaron Marx, Engels y Lenin . Gramsci, en cambio, reflexiona en una época y en un ámbito geográfico en los cuales se generalizó una mayor complejidad del fenómeno estatal, entendido como concepto global de dominación. El observa la intensificación de los procesos de socialización de la participación política voluntaria, a través de sindicatos, partidos políticos, parlamentos, que se convierten en "aparatos privados de hegemonía", relativamente autónomos tanto del mundo económico como de los aparatos represivos .
Y es precisamente mediante la sociedad civil que las clases dominantes logran consolidar su poder, como lugar donde se difunde su "visión del mundo". Esto no quiere decir que Gramsci diluya la especificidad e importancia del aparato represivo del Estado, como se le ha criticado por la ambigüedad de algunos de sus pasajes. Lo que sucede es que se detiene a analizar la forma en que la fuerza se combina con el consenso ideológico para integrar a las masas en el Estado. El Estado -en sentido restringido- se constituye en la «trinchera avanzada» de un sistema único, mientras que la hegemonía, en las sociedades desarrolladas, tiende a asegurase fundamentalmente en la sociedad civil .
Ahora bien, esas funciones de "coerción" y "consenso" diferenciadas teóricamente como características de los ámbitos de la sociedad política y de la sociedad civil, aunque no pierden su especificidad, en la práctica se interrelacionan, advirtiéndose, por ejemplo, que elementos de la sociedad política, como el derecho, operan como factores de consenso que se reproducen en la sociedad civil. Porque si bien las leyes tienen como función coaccionar al cumplimiento de lo que no se obtiene por el consentimiento, también imponen ciertos modos de comportamiento como "valores" de la sociedad. De este modo, el derecho cumple una función integrativo/educadora, además de la eminentemente represiva.
"El derecho no expresa toda la sociedad (para la cual los violadores del derecho serían seres antisociales por naturaleza o disminuidos psíquicos), sino la clase dirigente, que «impone» a toda la sociedad las normas de conducta que están más ligadas a su razón de ser y a su desarrollo. La función máxima del derecho es la de presuponer que todos los ciudadanos deben aceptar libremente el conformismo por él señalado, en cuanto todos pueden transformarse en elementos de la clase dirigente. (...) Este carácter educativo, creador, formativo del derecho, no fue suficientemente puesto de relieve por ciertas corrientes intelectuales" .En esta nota Gramsci advierte la función de conformidad que tiene el derecho burgués en la medida en que instituye ciudadanos formalmente libres e iguales, institución que oculta, por su efecto "fetichizador", las diferencias profundas que obstaculizan que las clases subordinadas se conviertan, bajo el capitalismo, en clase dirigente.
Por otra parte, en la sociedad civil también se desarrollan funciones subalternas de dominación. Esto se verifica, por ejemplo, en el nivel del control de los medios de producción ideológica. Como señalaba Marx en "La ideología Alemana", al dominar el aparato productivo la clase dominante ejerce, por ese mismo hecho, un cuasi-monopolio sobre los organismos privados de difusión. La libertad informativa se reduce a la libertad de empresa informativa, con lo que se ejerce coacción respecto al tipo de mensajes ideológicos que se difunden y los que son expulsados del sistema de circulación de ideas, o directamente no llegan a conformarse.
"Visión del mundo" y hegemonía de la clase dominante
Lo que con mayor énfasis quiere destacar Gramsci es que la clase dominante ejerce su poder no sólo por medio de la coacción, sino además porque logra imponer su visión del mundo, una filosofía, una moral, costumbres, un "sentido común" que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas.
Pero a su vez, y he aquí una cuestión fundamental, la posibilidad de difusión de ciertos valores está determinada por las relaciones de compromiso que la clase dominante efectúa con otras fuerzas sociales, expresadas en el Estado, que aparece como el lugar privilegiado donde se establecen las pujas y se materializan las correlaciones de fuerzas cambiantes en "equilibrios", "inestables" por definición, entre los grupos fundamentales antagónicos. Y en esta instancia también se hace presente la política de alianzas como elemento necesario para la conformación hegemónica de una clase social que, por otra parte, no se resume en aquella.
"El Estado es concebido como un organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables para la máxima expansión del mismo grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías "nacionales". El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo" .En otro pasaje Gramsci destaca como uno de los logros históricos de la burguesía ha sido imponer, a través del Estado, una "voluntad de conformismo" en las masas basada en la aceptación de la función que a aquella le cabe como clase respecto al conjunto de la sociedad, y a la percepción que ella tiene de sí misma.
"La clase burguesa se considera a sí misma como un organismo en continuo movimiento, capaz de absorber toda la sociedad, asimilándola a su nivel cultural y económico: toda la función del Estado es transformada: el Estado se convierte en «educador», etc.". Pero, se pregunta Gramsci,
"¿Cómo se produce una detención y se retorna al concepto de Estado como fuerza pura? La clase burguesa está «saturada»: no sólo no se expande, sino que se disgrega; no sólo no asimila nuevos elementos sino que se desprende de una parte de ella misma..."
Vemos en este pasaje como la coerción, la fuerza, aparecen como consecuencia de la debilidad de la burguesía para presentarse ante la sociedad como "la sociedad misma", y por ende para efectuar compromisos con otras clases. Porque para que la clase dominante pueda presentar al Estado como organismo del pueblo en su totalidad, es preciso que esta representación no sea enteramente falsa; es preciso que el Estado tome a su cargo algunos de los intereses de los grupos dominados. La clase dominante necesita, para hacer valer sus intereses, como decía Marx, presentar al Estado ante la sociedad como representante del conjunto del pueblo. Es en este sentido que Gramsci afirma que el Estado encuentra su "fundamento ético" en la sociedad civil.
"...cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes" .
Como lo expresa Piotte, "por la función hegemónica que ejerce la clase dirigente en la sociedad civil es por lo que el Estado encuentra el fundamento de su representación como universal y por encima de las clases sociales" . Y es así que el Estado -ampliado- articula el consenso necesario a través de organizaciones culturales, sociales, políticas y sindicales que, en el seno de la sociedad civil, se dejan libradas a la iniciativa privada de la clase dominante, y en las que se integran las clases subalternas.
La construcción de una alternativa de las clases populares oponible exitosamente a la dominación actual requiere librar una intensa batalla que, además de política, es intelectual y moral, en un contexto sumamente desfavorable para los cuestionamientos radicales en sus versiones conocidas.
Plantear la lucha por una sociedad mejor en el mundo de hoy supone, en primer lugar, hacer frente a dos paradojas. Una consiste en que, por una parte, se advierte una notable uniformidad e indiferenciación de los mensajes que transmiten los medios de comunicación, cada vez más sofisticados y trasnacionalizados, capaces de generar valores sociales universalizables a partir de la experiencia de los capitalismos desarrollados, que se constituyen en los paradigmas de difusión incuestionables y modelos a seguir. Por la otra, se asiste a una fragmentación creciente en los distintos sectores sociales y una segmentación de problemáticas e intereses, que torna aún más compleja la posibilidad de unificación de las prácticas sociales, en torno a objetivos comunes en su matriz capitalista.
Por eso, en esta "guerra de trincheras" oponerse al bombardeo ideológico en la era de las comunicaciones cuasi monopólicas por efectos de su potencia de alcance implica, de por sí, una tarea ardua y compleja que requiere la movilización de enormes recursos, mientras que entender el carácter de la fragmentación y de la segmentación se torna indispensable para diseñar estrategias alternativas viables. Para ello no es ocioso plantearse la cuestión de si el bloque en el poder es verdaderamente hegemónico o puede llegar a serlo. Porque no será igual la batalla "intelectual y moral" si apunta a destruir sólidas trincheras de dominación ideológica basadas mayoritariamente en la aceptación, la cooptación, el sentido de representación o la deferencia, que si se intenta vencer el miedo, la resignación o el sentido de inevitabilidad. Claro que no es fácil discriminar estas dimensiones a partir de las expresiones cotidianas y cambiantes de la praxis social.
La otra paradoja consiste en que el establecimiento de compromisos materiales con las clases dominadas por parte de las dominantes, que les permiten a éstas "consensuar" su dominación, no ha aparecido históricamente por obra de su generosidad o de su astucia. Lejos de ello, las conquistas materiales de las clases subalternas han sido producto de intensas luchas que debieron librar, volcando a su favor las relaciones de fuerza presentes en toda sociedad dividida en clases . Dichas conquistas, entonces, constituyen un patrimonio irrenunciable del proletariado, pero a la vez tienen su costado paradojal. Porque si decimos que son precisamente los compromisos materiales los que le permiten a las clases dominantes asegurar su hegemonía, en la medida en que pueden razonablemente presentarse a sí mismas frente al conjunto de la sociedad como representando los intereses colectivos, las conquistas populares arrancadas por las luchas devendrían en una especie de "cemento" que fija las relaciones sociales dominantes e impide su transformación radical. La cuestión del reformismo y los debates que ha provocado en la izquierda local e internacional son expresivos de la magnitud de esta paradoja y de la difícil e inestable solución a que ha dado lugar teórica y prácticamente.
Aunque ante todo cabe aclarar que la postura gramsciana es revolucionaria de cambio radical y no reformista alternativa. La burguesía gobierna principalmente según el consentimiento que ha despertado entre las masas la gravitación de los diversos aparatos ideológicos privados, centralmente los medios masivos de difusión. En consecuencia, un cambio de fondo en la relación de fuerzas debería comprender, como un capítulo central, la batalla desalienante contra esos aparatos ideológicos, con vistas a conquistar una posición de hegemonía cultural en el seno de la sociedad civil. Sin embargo esta suerte de reforma intelectual y moral, que la burguesía llevó adelante en su época de ascenso antes que la crisis revolucionaria creara las condiciones para la conquista del poder político, tiene para el proletariado un significado diferente en la sociedad capitalista. En este punto la advertencia de Gramsci es pertinente. «¿Puede haber una reforma cultural, es decir la elevación de los estratos deprimidos de la sociedad, sin una precedente reforma económica y un cambio en la posición social y en el mundo económico?», preguntó en los Cuadernos y la respuesta no dejó lugar a dudas: «Una reforma intelectual y moral no pude dejar de estar ligada a un programa de reforma económica, o mejor, el programa de reforma económica es precisamente la manera concreta de presentarse de toda reforma intelectual y moral». Precisamente por su exclusión respecto a los medios de producción ideológica y cultural el proletariado no está en condiciones de alcanzar una posición hegemónica sobre el conjunto de la sociedad antes de alcanzar el poder, sino que la suerte de su empresa dependerá de la capacidad que despliegue para ejercer un papel dirigente en relación al bloque de clases populares. La reforma económica de la que habla Gramsci no es otra cosa que la aplicación de medidas revolucionarias sobre el modo de producción y las relaciones sociales que le corresponden. En los Cuadernos también puede leerse el siguiente párrafo concluyente: «Un grupo social es dominante sobre los grupos enemigos a los que tiende a “liquidar” o a someter mediante la fuerza armada, y es dirigente respecto a los grupos afines o aliados». Una fórmula que alude a la dictadura que el proletariado ejerce sobre las antiguas clases dominantes, y a la destrucción de la maquinaria estatal que convalidaba y garantizaba la subordinación y la explotación de las masas trabajadoras y, al mismo tiempo, a la democracia socialista como práctica emancipadora.
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NOTAS:
- "El problema de la dirección política en la formación y el desarrollo de la nación y del Estado moderno en Italia", en "ANTOLOGIA", p.486.
- Esto plantea la discusión en torno a la "historicidad" de la producción teórica. Al respecto, Chantal Mouffe (1985) hace la advertencia correcta de que "hay que distinguir entre lo que cambió en la teoría marxista del estado y lo que cambió en la realidad misma del estado. En este sentido es necesario atribuirle una cierta autonomía a la teoría ya que al querer presentar su evolución como simple expresión de un cambio a nivel histórico fácilmente acabaríamos justificando el economicismo como expresión teórica adecuada de un período en el cual existía una separación real entre economía y política debido a que nos privamos de la manera de criticar los errores a nivel de la teoría". No obstante, es preciso conjurar el peligro contrario de sostener la validez de una lógica autónoma de las teorías, más allá de todo contexto histórico-material de producción. Porque justamente las críticas respecto a la validez explicativa de una teoría suelen fundarse en su confrontación con la realidad de la que pretendieron dar cuenta.(p.140.)
- Coutinho (1986), p.111/112.
- Ob. cit., p.52, y Portantiero (1985), p.283.
- NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.169.
- Como señalan Anderson (1977) y Loyola Díaz y Martínez Assad (1985), el concepto de hegemonía ya era conocido y utilizado en el movimiento comunista internacional desde fines del S.XIX, pero referido a la estrategia del movimiento obrero y a la necesidad de ganar a las masas campesinas y a otros estratos sociales para la lucha revolucionaria. Lenin empleó este concepto, pero referido a la cuestión eminentemente política de la "alianza de clases". El aporte sustantivo de Gramsci lo constituye, además de haber desarrollado la dimensión ideológica del concepto de hegemonía, el haberlo extendido al análisis de la dominación burguesa. Producida tal extensión, en la producción carcelaria de Gramsci aparecen numerosos pasajes en los que la definición de clase dominante y de hegemonía se utiliza en términos genéricos, que engloban tanto a la burguesía actualmente dominante, como al proletariado en su afán de conquista del poder y una vez alcanzado éste. La referencia, entonces, es a "toda clase dominante". En otros pasajes, la mención es más concreta y se refiere a una de ellas.
- NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.72.
- NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.163.
- Ob. cit., p.161.
- Piotte (1973), p.132.
- Y el tema de las relaciones de fuerzas es también un punto nodal de los análisis de Gramsci, quien distinguía distintos momentos o grados que se expresan en cada coyuntura:
"1) Una relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la estructura objetiva, independiente de la voluntad de los hombres (...); 2) Un momento sucesivo es la relación de fuerzas políticas; es decir la valoración del grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales.(...); 3) El tercer momento es el de la relación de fuerzas militares, inmediatamente decisivo según las circunstancias". (NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.71/73).
De: GRAMSCI MIRANDO AL SUR. SOBRE LA HEGEMONIA EN LOS 90, L.Ferreyra, E.Logiudice, M.Thwaites Rey. K&ai Editor,
Colección Teoría Crítica, Buenos Aires, 1994.
Colección Teoría Crítica, Buenos Aires, 1994.
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